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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

AUGUSTO IGLESIAS

( Chile )

 

(1897-1975) Escritor, periodista e historiador chileno, formado en Chile e Inglaterra, colaboró ​​en diversas publicaciones (El Mercurio, La Nación, Los Tiempos, etc.) y ganó varios premios literarios.
Fue miembro de la Academia Chilena de la Lengua y de la Academia de Historia de Venezuela.Su producción incluye casi todos los géneros literarios; Así, como poeta, escribió los libros La palabra desnuda (1929), Yo, el hombre (1948) y Oraciones de la carne ; Como novelista se le debe Maya (1925), su primera publicación, Jettatura (1927), Cinco novelas de amor (1933), El oasis (1952), El hijo del árbol (1963), etc. También publicó numerosos ensayos y biografías; Entre los primeros se encuentran los titulados Ercilla y la Araucana (1969), Pedro de Oña (1971) y Cervantes y el Quijote ; entre los segundos están los dedicados a Benjamín Bicuña, Arturo Alessandri y José Miguel Carrera.

 

TEXTO EN ESPAÑOL – TEXTO EM PORTUGUÊS

 

LAS CIEN MEJORES POESÍAS CHILENAS.  Selección de ALONE.   6ª. Edición.   Santiago    — Chile: Editorial del Pacífico S. A., 1973.  234 p.                                                Ex. bibl. Antonio Miranda


ROMANCE DE CIEGOS

Aunque los pies le sangraban
y eres ya largo su afán,
venía por los caminos
prodigando su cantar;
venía por los caminos,
iluminada la faz,
mientras en sus ojos la sombra
volcaba una eternidad.
¡Pobres pupilas cegadas
que no conocen su mal!
Soñaban con el regazo
cuando se fué su mirar.

El mundo siguió lo mismo,
pero de entonces acá
se abrieron sobre sus días
las alas de Satanás.
Al verlo venir a tientas
buceando en la obscuridad,
que entorpecía sus pasos
como una red infernal,
salí camino adelante
con palabras de bondad
a ofrecerle, como antaño,
el pan, el agua y la sal.
—Detente, Hermano — le dije —.
He adivinado tu afán
en la canción que a mis puertas
vino tímida a golpear.
En la canción dolorosa
donde se hinca tu orfandad
como dedos inclementes
en sedas de un rosedal.
Nadie te escuchó en silencio,
nadie te osará te escuchar
como te escucha el poeta
que hoy entre en tu soledad.
¡Díme tu pena, cieguito!
Recien te conozco, y ya
presiento que vas doblado
por la cruz de tu ideal.
"Inutilmente — te dices —
la luna (araña espectral)
me teje su hilo de plata
para melancolizar,
e inutilmente que Febo
bendisse mi austeridade
y como lágrima de oro
se funde luego en el mar.

¡Cómo ocultarme tu pena!
¡Cómo enjugar la verdad
que sangra de tus canciones
con un lírico gotear!
El día triunfa... Las cosas
se inundan de claridad,
y hasta las almas adquieren
transparencias de cristal.

Cieguito que así caminas
prodigando tu cantar,
sin saber de dónde vienes,
sin saber aónde vas,
deja que guie tus pasos
campos y ríos allá
y que sea en tus tinieblas
como una estrella de paz.

Detuvo el ciego sus pasos
y tras un noble ademán
dibujóse entre sus labios
una sonrisa fugaz.
(En la soledad sonora
grata al divino San Juan
de la Cruz, su verbo cálido
fue un apóstrofe augural);

—¡La obscuridad! ¡Tú no sabes
lo que hay en la obscuridad!
Es el principio, es el alfa
de este infinito soñar
con que há poblado de leyes
la inconsciencia universal.
¿Los ojos? ¡Pero qué saben
los ojos sino enganar!

Tu no has mirado el abismo,
tú no has podido mirar
como miran los que nunca
tuvieron ojos... Tú vas
afirmado en tus pupilas
como un inválido va
afirmado en sus muletas
para poder caminar.

Hermano: no me acompañes.
Quiero saguir al azar
con la ignorancia de un astro
una sonrisa fugaz.
Hermano, no me acompañes:
guarda tu pan y tu sal,
y el agua arrójala al río
para que vuelva a la mar.

Y aunque los pies le sangraban
y era muy grande su mal,

continuó por los caminos
prodigando su canta:
continuó por los caminos
iluminada la faz,
mientras en sus ojos la sombra
volcaba una eternidad.



TEXTO EM PORTUGUÊS
             Tradução por ANTONIO MIRANDA

 

ROMANCE DE CEGOS

Embora os pés sangravam-lhe
e já é bem longo seu afã,
vinha pelos caminhos
prodigalizando seu cantar;
vinha pelos caminhos,
iluminada a face,
enquanto em seus olhos a sombra
derrubava uma eternidade.
Pobres pupilas cegadas
que não conhecem o seu mal!
Sonhavam com o regaço
quando foi-se seu mirar.

O mundo continuou o mesmo,
mas desde então para cá
abriram-se pelos seus dias
as asas de Satanás.
Ao vê-lo vindo às cegas
mergulhando na obscuridade,
que incomodava seus passos
como uma rede infernal,
sai caminho adiante
com palavras de bondade
a oferecer-lhe, como outrora,
o pão, a água e o sal.
— Pare , Irmão — eu disse —.
E adivinhei teu afã
na canção que minhas portas
veio tímida golpear.
Na canção dolorosa
onde se ajoelha tua orfandade
como dedos inclementes
em sedas de um roseiral.
Ninguém te escutou em silêncio,
ninguém ousará te escutar
como te escuta o poeta
que agora entra em tua solidão.                                                                                                                            
Recente te conheço, e já
pressinto que vais curvado
pela cruz de teu ideal.
"Inutilmente — entendes —
a lua (aranha espectral)
me tece com seu fio de prata
para melancolizar,
e inutilmente que Febo
bendisse minha austeridade
e como lágrima de ouro
se funde depois no mar."

Como ocultar-me tua pena!
Como enxugar a verdade
que sangra de tuas canções
com um lírico gotejar!
O dia triunfa... As coisas
se inundam  de claridade,
e até as almas adquirem
transparências de cristal.

Ceguinho que assim caminhas
prodigalizando o teu cantar,
sem saber de onde vens,
sem saber aonde vais,
deixa que guie teus passos
campos e rios por lá
e que seja em tuas trevas
como uma estrela de paz.

Deteve o cego seus passos
e depois um nobre gesto
desenhou-se nos seus lábios
um sorriso fugaz.
(Na solidão sonora
grata ao divino São João
da Cruz, seu verbo cálido
foi um apóstrofe augural);

—A obscuridade! Tu não sabes
o que existe na escuridão
É o princípio, é o alfa
deste infinito sonhar
com que foi povoado de leis de leis
a inconsciência universal.
Os olhos? Que mais sabem
os olhos além de enganar!

Tu não olhaste o abismo,
tu não pudeste olhar
como olham os que nunca
tiveram olhos... Vais
afirmado em tuas pupilas
como um inválido vai
afirmado em suas muletas
para poder caminhar.

Irmão: não me sigas.
Quero seguir a sorte
com a ignorância de um astro
um sorriso fugaz.
Irmão, no me sigas:
guarda teu pão e teu sal,
e a água lance-a no rio
para que regresse ao mar.

E embora os pés o sangravam
e era enorme o seu mal,

continuou pelos caminhos
prodigalizando seu canto:
continuou pelos caminhos
iluminada a face,
enquanto em seus olhos a  sombra
derrubava uma eternidade.


*

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Página ampliada e republicada em junho de 2022


 

 

 
 
 
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